Si me preguntaran por qué me decidí a escribir “La senda de los cactus” diría que fue simplemente por placer. Por un placer doble: el de recordar y reinterpretar las experiencias del año que viví en Arizona y viajé por la costa oeste americana y el de hacer un regalo a los amigos que allí conocí y que, de una forma u otra, enriquecieron mi vida y mi forma de ver el mundo.
Es curioso como, casi siempre, es necesario dejar pasar algún tiempo para poder entender el grado de influencia y la huella que dejan en nosotros los acontecimientos y las personas. Se trata de ver las cosas con perspectiva. Pues bien, ya han pasado siete años desde que estuve en Arizona viviendo en un campus universitario durante un año y puedo decir que las experiencias y los amigos provenientes de todos los rincones del mundo que allí encontré y que compartieron conmigo aquel año son de las cosas más importantes que me han sucedido en la vida.
El Oeste Americano, -el Lejano Oeste-, es además un espacio idóneo para la poesía, un lugar casi onírico, que el cine ha contribuido a mitificar y que reposa en el imaginario colectivo. Un espacio singular y privilegiado para dejar volar la imaginación y que, sin embargo, es tan real…. El desierto, las montañas rojizas, los cactus, las Harleys que circulan por carreteras sin fin, los cowboys melancólicos, los desfiladeros… todo eso existe. Yo los vi con mis propios ojos y los recordaré siempre.
Sólo añadir mi deseo de que las personas que lean estos poemas disfruten tanto al leerlos como yo disfruté al escribirlos.
Arantza Larrauri. Noviembre, 2006